MÁSCARA NEGRA

Marina Arrate

Para que me amaras
maquillé yo mi rostro de negro
y así pintada
ascendí de nuevo al escenario
monstruosa y deformada.

Quería mostrar lo negro
de mi oculto rostro
(Atrás las maquilladas capas)
Quería ser
mimo del terror,
ser fascinante.

Ahora,
de espaldas a ti,
miro el guante negro que cubre
la superficie blanca de mi brazo
de mi brazo níveo de pura porcelana
cristalina de China
y en el cuerpo
delgado y nervioso
el vestido negro que ajusta
como otro guante
la silueta contoneante
de la predilecta lujuriosa.

Un abanico antiguo de conchaperla
remolineo en mi muñeca
y en el aire se muestran
los revueltos pelos de mi axila.

Pero es mi espalda la que te enfrenta, observa,
mi espalda curva
insinuante y desnuda.

Enrosco mi verde manto
de Eva y acometo:
Qué placer éste de bajar lenta,
suave, sensualmente
el cierre eclair que encierra su grupa.
Todo el vestido cede
y su contorno bruno.

Esta es la entrada triunfal
de la carne en el estrado:
blanca es y redonda,
firme y suave.

Y en derredor todo es
rojo y oscuro.

Plateada es la caminata en el sendero
y su redonda luna.
Es hora, date vuelta, princesa,
enséñame tu rostro.

– Momento – murmuro con voz ronca –
que no hay nada.
Sino un giro violento de mi oculto rostro.
Primero: vampira con dientes de sangre y ojos
negros de cadáver y
después: la consumida.

Y todo nada más que un espectáculo
para que vieras a esta deformada
y la amaras
con terror y piedad.