LA POESÍA DEL DESPOJAMIENTO

Por Alejandra Ochoa

La poesía de Marina Arrate podría ser entendida como una profundización/viaje en el tejido del cuerpo, proceso que se iniciara en las escenas del maquillaje de MÁSCARA NEGRA (1990), para continuar con el acto de inscripción/perforación en el que se constituye TATUAJE (1992), el cual retoma el maquillaje para profundizar el acto de la inscripción. URANIO (1999), título de su más reciente publicación, culmina este proceso, pues corresponde al hundimiento en lo más profundo y estructural de nuestros cuerpos, la calavera: aquello que permanece constante más allá de la muerte.

En la primera sección, la hablante de «La ciudad muerta» recorre un territorio post apocalipsis. Esa «ciudad muerta» es visitada por una figura femenina que se presenta a sí misma como «fantasma», «galopante y flamígera», «obsesiva», «encanecida». Se trata de un descenso: «… bajé al paraje absurdo (…)/la forma que tiene su cuerpo de roer la sepultura..»(13). En las profundidades se encuentran las osamentas, únicas huellas de una vida ya extinta, que es recordad lujuriosa y cromáticamente mediante fragmentos discursivos que oscilan entre el verso y la prosa poética. «Rojizas cabelleras que amor tornó doradas serpenteaban por las tibias y se elevaban por los fémures trocándose licor, medusa y lámpara…» (19). En este submundo se produce el encuentro último con el amor desaparecido: «y le dije lo que debía decirle / que mi amor había sido entrañable.» (28), para luego efectuar el ascenso que da término al viaje, al recuerdo y a la sección, El cementerio,la ciudad muerta entonces, como metáfora de la memoria o la memoria como cementerio.

«El hombre de los lobos»,  la siguiente sección, tiene como hablante a una figura híbrida, mitad hombre, mitad lobo, eventual imagen de la identidad, rescate de lo verdadero, búsqueda de lo esencial poético que se encuentra en «lo oscuro y secreto», en esa zona de la realidad primordial que es significada como «bosque»,»patria»,»leyenda»,»poema». Es posiblemente en este territorio donde se encuentre la matriz de la productividad poética y a la que finalmente desea reincorporarse el/la hablante,después de haber concluido el descenso y despojamiento de la primera sección. En todo caso, hay un cierto vértigo en la lectura de estos poemas de Arrate, se escamotea el sujeto y el supuesto objeto buscado o deseado. La última y más breve sección. «El deseo más profundo» se escenifica en un espacio signado por la quietud. Atrás han quedado tos viajes a los infiernos cromáticos y a los parajes salvajes. En el aquí y ahora se ha encontrado una especie de respuesta que el texto y sus hablantes enigmáticos /las han buscado arduamente. Los amantes descritos en el primer poema se sitúan en «…un espacio celeste / donde nada comienza y todo encuentra fin». (57), a partir del cual se produce la invocación a los » ..dioses de la extrema pureza.»(58), aquellos que pudieran aludir a lo primordial, a lo «oscuro y secreto», al despojamiento definitivo de una escritura poética que busca algunas respuestas a aquellas interrogantes sobre el sentido.


 

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