MARINA ARRATE, ESTETICISMO SUNTUOSO
Por Mercedes Roffé
“Una suntuosidad verbal y rítmica salvaje, oscura, enigmática” ha visto la poeta Diana Bellessi en la obra de Arrate. Una suntuosidad en la que no hay detalle vano, donde no es solo la superficialidad del artificio meramente cosmético lo que se persigue. Si de pincel, máscara, maquillaje se parte, no es sino para extremar la experiencia hasta la herida, hasta que el filo roce lo humano primordial, la álgida cima o sima de lo sólo imperfectamente articulable. Mirada/ punzón que va exasperado hasta la epifanía/ el dolor la tela/ cuerpo que rasga, hiende, descubre y desfigura; mapa de rutas de un abismo a otro; itinerario de fulgores equívocos espejeando la minuciosidad de un mundo trazado a punta de escalpelo. Satén y seda y terciopelo que no es tela, sino idea platónica de la tela, su modelo último, su única ocurrencia en lo real. De ahí su cegadora imponencia, de ahí el crepitar rotundo de su materialidad.
La poesía de Marina Arrate quizá sea paradigmática de una tendencia que parecería afianzarse cada vez más en este fin de siglo: un esteticismo suntuoso, exuberante en el que –en oposición, quizá, al cínico humor neobarroco de las décadas anteriores- el exceso, el lujo y, por qué no, la belleza, se erigen en la estrategia más aguda, y más eficaz –si no la única posible-, para seguir mirando y haciendo frente al horror sin repetir servilmente su violencia.
En Suplemento Verbigracia No 16/Año II, Caracas, sábado 29 de Agosto, 1998, p.3
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